lunes, 5 de diciembre de 2011

19 Irán - Tehran, en verano

El mal trago de la multa en Armenia se me pasa en cuanto veo las primeras señales que indican que estoy entrando en Irán.
Hace seis años que visité este país por primera vez, y su magia me atrapó para siempre. Ahora me siento inmensamente feliz de volver a pisar esta tierra.

Primeros kilómetros en Irán.


En la frontera me espera Hossein. Hace muchos años trabajaba para el Ministerio de Turismo y conoce muy bien el país. Tiene contactos en todos los lugares, por eso cuando al agente de aduanas le toca registrar mi coche Hossein le da una palmada en la espalda y el agente hace un gesto con la cabeza para que crucemos la verja de entrada. Sin tasas por el diesel, sin registros, sin preguntas. Las botellas de vodka están a salvo!

El primer y esperadísimo Kubidé, en compañía de Hossein.


Hossein está jubilado, pero su pensión no es gran cosa así que la completa haciendo de Señor Lobo, es decir, resolviendo problemas. Cuando lo conocí vivía en Tabriz con su mujer pero asuntos familiares hicieron que se mudara él solo a Astara, un pueblecito en la costa del Mar Caspio, junto a la frontera de Azerbaiyán.
Hossein es puro nervio, ése que le hace sentirse joven a pesar de sus setenta y pico años.
Como casi todos los iraníes con los que he hablado no le hace falta mucho margen para soltar improperios contra su gobierno y su presidente, dice que con Jatami las cosas pintaban mucho mejor.
Lo primero que hicimos fue ir a ver el Monasterio Cristiano de San Stepanos, incluido por la UNESCO en su lista de Patrimonio Mundial. Y no me extraña!



La gente me hablaba en farsi preguntándome por Hossein, pensaban que yo era el guía y él el turista. Tampoco me extraña!


Hossein me acompañó hasta Tabriz, pero antes de llegar hicimos un alto en el camino para tomar un y repostar. El diesel en Irán es básicamente para los camiones y autobuses, así que si tienes un negocio para el que necesitas diesel te dan una tarjeta que presentas en la gasolinera y el precio es de 8 céntimos de euro el litro! Si no tienes la tarjeta el precio se dispara a 25 céntimos el litro! ;-)
Como no tenía tarjeta, me dedicaba a dar conversación a los camioneros, al tipo de la gasolinera, intentaba caer simpático para que me prestaran alguna tarjeta. En el 90% de los casos funcionó, así que llenaba el depósito por 5 eurillos!



Y llegué a Tehran











Me recogieron Jordi y Mahyar y fuimos a casa de los padres de éste, convertida temporalmente en albergue.



Sin conocerme de nada la familia iraní me abrió las puertas de su casa, incluidas las del frigo, lavadora, ducha...
El matrimonio lo forman Mehdi y Marjan. Mahyar y Samyar son los hijos.




Viven en el norte de la ciudad de Tehran en las faldas de la montaña, donde el aire no está tan contaminado. El barrio es nuevo y alrededor de su bloque de viviendas se ven otros bloques aún en construcción.



El piso es muy amplio, y en poco se diferencia de cualquier piso reciente construido en Europa. Eso sí, aquí las alfombras están para pisarlas descalzo.
El bloque tiene varias plantas subterráneas de garajes. Y en la planta del portal hay una sala de juegos, aseos para los vecinos, un salón para celebraciones...
Mahyar estudia en la Universidad y además trabaja. Tiene 22 años y unas terribles ganas de comerse el mundo.
Samyar estudia guitarra clásica. Tiene 17 años y las mismas ganas que su hermano de comerse el mundo.
Durante la semana que compartí con esta familia hicimos básicamente dos cosas: comer y charlar.
Comimos en su casa. Cocinaba su madre, los hijos le ayudaban. Cocinábamos nosotros, sus hijos también ayudaban.
Comimos en casa de su primo, de su tía, en un famoso restaurante de Tehran, en garitos cutres, en otros normales...
Y charlamos. Charlamos en los restaurantes, en las terrazas de las teterías mientras fumábamos cachimbas de menta, en el salón de su casa, en el balcón a la luz de la luna...





Mahyar y Samyar están pasando por momentos difíciles. Son jóvenes, son inteligentes, y se dan cuenta de la gran mentira en la que vive su país.
A ratos se sienten tristes porque se ven impotentes en su lucha contra un sistema, un gobierno y unos líderes religiosos cegados por el poder, y supongo que por el dinero.
Como ellos mismos dicen, ‘los mulás bajaron del monte en burro y ahora conducen Range Rover’.
Hace dos años se manifestaron cada jueves y sábado durante 9 meses. Se manifestaron contra las limitaciones en las libertades individuales y colectivas, se manifestaron contra la política de su gobierno y contra el poder religioso. Se manifestaron a favor de la libertad, para poder escoger, para poder visitar otros países, para poder escuchar la música que quieren.
Pero sus voces eran acalladas a golpes, con detenciones, incluso con muertes. Aún así miles de personas siguieron saliendo a las calles de Tehran durante meses.
Pero nadie les hizo caso. Ni siquiera los medios de comunicación de otros países les dedicaron mucho tiempo.
Mahyar y Samyar se preguntan por qué sí se dedicó tiempo en las televisiones y periódicos internacionales a las revueltas en Egipto, Túnez, Libia...
¿Será que a Europa no le interesa arriesgarse a llevarse mal con Irán?
El Gobierno iraní y el Pueblo iraní son tan diferentes como el día y la noche.
El primero obliga a las mujeres a llevar velo; a separar hombres y mujeres en los autobuses; censura la televisión, la radio e internet (este mismo blog está bloqueado en Irán, y eso que aún no había hablado de ellos!); prohíbe las manifestaciones contrarias a sus intereses.
El segundo se quita el velo en casa, en algunos barrios, en algunas universidades; los jóvenes hacen fiestas con alcohol, sexo y rock and roll; desarrollan programas para evitar la censura en internet; madruga, trabaja duro, y tiene sueños de libertad.
Pero a veces se asustan, porque la mano dura de los de arriba no perdona y golpea fuerte.

Un día mientras íbamos por la calle vimos unos papeles tirados en suelo. Eran muchas copias iguales de un mismo documento. Como si a alguien se le hubieran caído.
Cogí una copia y le eché un vistazo. No entendía nada. Le pregunté a Mahyar qué era aquello.
Cogió el papel y empezó a leerlo. Se detuvo. Mientras sus labios se movían sin pronunciar ningún sonido sus ojos se abrían como platos. Le pregunté qué era aquello pero no me oía, no podía dejar de leer aquellas palabras.
Al fin me miró y dijo: -nunca había visto nada igual, es mejor que dejemos esto donde estaba, habla en contra del gobierno y de una manera muy directa.
Quise llevarme uno de recuerdo pero su cara de sorpresa, alegría mezclada con miedo, hizo que también yo sintiera temor por tener aquél mensaje en mi bolsillo. Así que lo abandonamos donde lo encontramos.

Mahyar tiene ganas de salir de su país para conocer otros sitios, otra gente. Pero sus padres quieren que estudie; y él debe trabajar para llevar dinero a casa; su ‘país’ le llama a filas en breve para hacer el servicio militar obligatorio... Así que está hecho un lío, no le ve sentido al futuro, y a veces se viene abajo. Un día nos vomitó todo lo que le pasaba por su cabeza y nos dejó casi mudos. Yo mismo podría firmar cada frase que dijo. Solo pudimos darle ánimos y desnudar también nosotros nuestro interior, para que viera que las cosas no son fáciles en ningún lugar.
Mahyar, un abrazo enorme. Sabes que mi casa es tu casa cuando quieras!

Samyar intentó convencerme para que creyese en Dios, aunque luego acabamos llamándolo ‘algo’ (a Dios, me refiero) Tuvo una mala experiencia hace años y creer en ‘algo’ le ayudó. Así que tuvimos una larguísima conversación a la que se unió Isa a media noche.
Pero eso no significa que sea musulmán practicante. Nadie en su familia lo es.
El último día que estuve en su casa estaba muy contento porque la chica que le gustaba había respondido positivamente a su ‘baile de cortejo’.

La madre, Marjan, va al gimnasio a primera de la mañana, luego hace la compra, vuelve a casa, prepara la comida, lleva las cuentas de la comunidad de vecinos.
El padre, Mehdi, nacido en Esfahan, se va temprano al trabajo y vuelve a casa media tarde. Ayuda a su mujer con las cosas de casa, ven la televisión, o nos reta al Backgammon.
O preparan vino, ya que no hay manera legal de comprar alcohol en Irán, y en el mercado negro está carísimo. Uno de los días, alentados por cierta noticia que vieron en el canal internacional de TVE, aprovecharon la abundante mano de obra turista que usufructuaba su salón para ponernos a currar a todos en la producción de Tinto Casero. Y bien a gusto que lo hicimos!



La tía, hermana de la madre, vive en un pequeño ático en el centro de Tehran. Tiene más de 40 años y está soltera, lo que le supone el calificativo de ‘bicho raro’.
En su casa cenamos brochetas de pollo a la brasa (que cocinamos en el tejado del edificio) y nos pimplamos alguna botella de whisky.

Su primo vive con su mujer en un semisótano. Van a ser padres en breve. Él es fotógrafo, y ha expuesto en varias salas de Tehran, ganando algunos premios. Pero como eso no le da para comer, también trabaja de carpintero.




Una familia normal, con una vida normal, en un país normal.

La verdad, de Tehran vimos poco, no hicimos turismo, vivimos allí.
Hasta el día que tocó partir hacia Pakistán: