miércoles, 28 de diciembre de 2011

23 India (I) Sensaciones



No sé si la palabra más adecuada que resume mi sentimiento en cuanto a este país es 'decepción', o 'desilusión', o 'desengaño', o quizá todas ellas y alguna más.

La idea que me había hecho de la India tenía que ver con lo que había oído de otros turistas, lo que había leído en guías y revistas de viaje, y por el habitual misticismo que envuelve cualquier conversación sobre este país; es decir, meditación, sol y playa, relax, plantaciones de té y aire fresco, yoga, tantra, agradable aroma a curry justo antes de la hora de la comida... Creía que todo esto era algo que se respiraba en el ambiente y en el tono de voz de las personas. Creía que la tan vendida espiritualidad india haría sombra a su pobreza, a su caótico tráfico y a su contaminación.
Creía que los perros, los monos y las vacas transmitirían su sacralidad con su sosegada presencia en las calles.

Debí hacer todo mal en India porque nada de eso fue exactamente como esperaba sino más bien todo lo contrario.
Los 30 kms que separan Amritsar de la frontera son el ejemplo de lo que ocurre en el resto de carreteras del país: caos. Millones de personas andando, en burro o elefante, moto, rickshaw, coche, camión o cualquier otro vehículo mezcla de los anteriores. Cuanto más voluminoso es el vehículo mayor potencia de sonido tiene su claxon. Claxon es una palabra que no hace justicia al ensordecedor ruido que emiten, porque lo más parecido sería una flota de ambulancias, camiones de bomberos y coches de policía con las sirenas encendidas, todos a la vez.
En India (también en Irán o Pakistán) ese gesto de apretar el botón del claxon no lleva implícito un 'Me cago en tu p.... m....', sino más bien una advertencia casi educada de 'ojo, por si no me has visto'.
Y los indios debieron cambiar el código de circulación por las advertencias educadas, así que para girar en un cruce no ponen el intermitente, para adelantar no siempre lo hacen por la derecha, no hacen un gesto con la mano para darte paso, ni para pedirte que te detengas si es que van con mucha prisa, no te saludan con una sonrisa cuando se dan cuenta de que tu coche es extranjero, no reducen la velocidad cuando un peatón se cruza ante ellos... sino que para todo ello tocan insistentemente el claxon. Ellos conducen con una mano en el volante y la otra lista para avisar de cualquier intención.
Tienes que estar atento porque ante tantos cientos de bocinas a tu alrededor nunca sabes cuál va dirigida a ti.
Y en el centro de las ciudades todavía es peor.

Así que después de conducir unos pocos kms ya tienes la cabeza como un bombo y unas peligrosas ganas de bajarte del coche, gritar, y pedir un poco de calma!

Pasamos varias noches en las furgonetas junto a la carretera, en pequeños parkings de garitos donde parábamos a cenar algo de arroz, pollo, verduras y en algunas ocasiones hasta cerveza.
Era imposible dormir. Las bocinas seguían sonando hora tras hora toda la noche.

Durante el día la cosa no mejora, y además, decenas de kms antes de entrar en las ciudades ya puedes divisar las enormes burbujas negras de contaminación que cubren las grandes urbes.

Además de la mierda que pulula por el aire también hay gran cantidad de mierda por el suelo. Las vacas mean y cagan en cualquier calle. Y también los miles de perros callejeros. Y los monos. Incluso muchas personas lo hacen. Toda la gente en India tiene la insistente costumbre de carraspear desde lo más profundo de sus entrañas y escupir al suelo constantemente.
Y en esas mismas calles los niños juegan descalzos y se llevan los dedos a la boca. Supongo que estarán más que inmunizados.
Por supuesto a todo este panorama se le unen los miles de toneladas de bolsas de plástico, botellas, cajas, papeles y cartones, todo tipo de envoltorios, escombros, restos de comida, y un larguísimo etc, que la gente tira directamente al suelo sin inmutarse. Y no solo al suelo, también en cualquier río o lago... o donde les venga a mano. (y no es que yo sea precisamente un ejemplo de concienciado ecológico)

Otro capítulo se podría dedicar a los baños y aseos (puedo asegurar que tampoco soy nada melindroso para estos temas) Tanto los públicos como los de restaurantes y otros negocios están casi abandonados en el 99% de los casos. Entrar en uno de ellos se convierte en una rememoración del juego ‘enredos’.
Incluso en la mayoría de las duchas de los hoteles donde nos alojamos había que buscar con especial cuidado cómo colocar la toalla y la ropa limpia, y a veces era mejor calzarse dos pares de chancletas! No estoy hablando, claro está, de hoteles de lujo ni de rango medio-alto.
El caso es que usar estos espacios no se hacía nada agradable.

Con todos estos ingredientes y alguno más, la sensación general que India me produjo no fue en absoluto la esperada. Lo que yo vi se parecía más a un vertedero gigante que a esas imágenes paradisíacas que aparecen en todas las webs y agencias de viajes.


Pero no todo fue negativo. En India descubrimos lugares increíbles y gente amable y hospitalaria. Y a pesar de los pesares volveré a India porque estoy seguro que aún me quedan muchas cosas espectaculares por descubrir allí.